Este fue un estudio “intervencional”, donde se reclutaron a 30 hombres con cáncer de próstata de bajo riesgo, que en vez de tratarse con cirugía o radioterapia, se les indicó “cambios intensivos en el estilo de vida” por 3 meses, que incluyeron específicamente:
Dieta basada en plantas baja en grasas
Técnicas de manejo del estrés
Ejercicio moderado
Participación en grupo de soporte psicológico
Durante estos 3 meses de intervención, se les hizo biopsias en la próstata al inicio y a los 3 meses, además de medirles en sangre su nivel de Antígeno Prostático Específico (PSA), Índice de Masa Corporal (IMC), presión arterial y perfil lipídico. También se evaluó su calidad de vida en escalas de salud física y salud mental, y su distres psicológico.
Entre los resultados, destaca que se redujo su IMC, su presión arterial y sus niveles de colesterol plasmático, en cantidades muy considerables. También reportaron reducciones significativas en el distrés psicológico asociado al diagnóstico de cáncer de próstata y mejor calidad de vida en la salud mental.
Sus niveles de PSA no cambiaron significativamente en estos 3 meses, pero el porcentaje de PSA “libre” mejoró de manera estadísticamente significativa.
Los resultados más interesantes en este estudio, fueron los de las biopsias de próstata: utilizando el algoritmo de análisis de significancia de microarray (SAM), se pudo detectar la activación de 48 transcripciones y la desactivación de 453 transcripciones en el tejido prostático normal después de la intervención (ver figura). Esto muestra una modulación sustancial de la expresión genética, al comparar las muestras antes y después de la intervención.
En conclusión, estos resultados sugieren que estos cambios en la alimentación y el estilo de vida pueden modular la expresión genética en la próstata.